Nací en la Ciudad de Luján, Provincia de Buenos Aires, Ciudad con alma de pueblo como muchos dicen. 

Crecí en una familia tradicional de clase media y llegué luego de mis tres hermanos mayores, lo que me enseñó a ser una guerrera importante con entrenamiento full time. Papá, un ser extraordinario que me dió amor y me empoderó, jamás dudó de que yo podía lograrlo. Siempre digo que una hija adorada por su padre no le tiene miedo a nada. Creo que no habrá persona en este mundo que pueda decirme al oído cosas más bonitas que mi padre. Mamá es la artífice de todo mi ser, ella me enseñó el trato amoroso entre los seres humanos, que no hay que enjuiciar a los demás sin conocer su historia, que de cada una de las almas que te cruzás en esta vida, seguramente hay algo para aprender y nada para desperdiciar. Me enseñó el valor de la verdad, de vivir en mi verdad y no en una realidad inexistente. Ella me mostró los caminos oscuros a los que te lleva la mentira. Me reveló el destino de los que no saben vivir con humildad y que la ruta de la soberbia algún día, te deja solo. Siempre me cuidó con especial atención, ella fue quien llenaba mi hogar con ese olorcito a mamá que aún – algunas veces – vuelvo a sentir. Ambos me enseñaron a amar, a respetar, a cuidar a los demás y a mí misma. 

Fui a la Escuela Normal Nacional desde salita amarilla hasta recibirme de bachiller y mis amigas más preciadas, ̈ Las Lujaneras ̈, me acompañaron en ese trayecto y siguen firmemente a mi lado hoy en día. 

Siempre le digo a todo el mundo que nací mamá y médica, por eso el nombre de mi primer hashtag (#) es ese. Desde que tengo recuerdos jugaba a atender pacientes y a cuidar a mis hijos, aunque también armaba muchas aulas con muñecas a las que les daba horas y horas de clases.

Me enamoré siendo muy jovencita de mi primer novio, con quien me casé y tuve 4 hijos, mi batallón.

Pareciera una vida color de rosas, pero no. Todos tenemos nuestras debilidades, nuestra parte más difícil de sobrellevar. En mi caso, es la vista. Desde muy pequeña fui miope del ojo izquierdo y vi perfectamente del derecho. Ese ojito me hizo atravesar las peores tormentas durante toda mi vida, pero pude estudiar y hacer mi carrera contra todos los pronósticos y cada uno de los contratiempos que se iban generando, viendo poco de ese ojo (pensar que me quejaba tanto y ahora puedo valorar lo mucho que era ese poquito). En el año 2016, una vez más a lo largo de su historia, mi ciudad sufrió el avance del río afectando a muchísimas personas que lo perdieron todo. Por este motivo puse mi cuerpo y alma en movimiento generando una colecta que tomó dimensiones impensadas y nos permitió ayudar a muchísima gente. El problema fue que pasé 10 días haciendo fuerza, cargando y descargando camiones y por hacer esfuerzo sufrí un desprendimiento de retina que me llevó a una cirugía y me mantuvo en reposo durante casi un mes, pero finalmente me levanté y todo estuvo bien.

En el 2018 las sufrí todas, entré a quirófano 8 veces en el año por complicaciones y desprendimientos de retina sucesivos. Pasé más de 100 días en la cama de los cuales, 21 días, estuve boca abajo en una silla especial. Mi última cirugía fue el 20 de diciembre del 2018 y a partir de ahí, a pesar de haber perdido totalmente la visión de ese ojito y de no haber quedado estéticamente como fui siempre, empecé a reconstruirme, a trabajar la resiliencia…Es muy loco pero ahora, pese a todas las dificultades, soy más feliz que antes.

La vida me ha dado una prueba de templanza y ha sido superada.

Por eso, no pierdo un momento de mi vida en zonas oscuras para mis pensamientos. 

He elegido ser FELIZ, pese a todo. 

Sin lugar a dudas esto ha cambiado mi perspectiva de vida generando una gran influencia en mi profesión que me trajo hasta acá, hasta el lugar en el que cuento mi historia para que ustedes la lean, me conozcan y se conecten conmigo pero, también, con su propio bienestar y felicidad.